por: Fernando Paulsen
Imaginémonos por un momento que la noticia fue al revés: el protagonista era un ciudadano chileno en Paquistán. La síntesis de la noticia, desplegada en siete meses, podría tener un resumen como éste: (nombres y lugares, todos ficticios)
"Juan Silva fue detenido en la embajada de Estados Unidos en Paquistán, por encontrársele trazas de explosivos entre sus ropas y portafolio. Se le entrega de inmediato a la policía de ese país. Un fiscal invoca la Ley Antiterrorista para poder mantener retenido más tiempo que el plazo legal al chileno. Cuatro días después, sin que aún se sepa cómo es y la versión de Silva, el ministerio del Interior de Paquistán presenta una querella por asociación ilícita contra el chileno, quien está en una cárcel de máxima seguridad del país oriental. Seis días después de la detención es formalizado, queda en libertad con prohibición de salir del país y debe acudir a firmar al tribunal todos los días. El ministerio del Interior de Paquistán apela a esta libertad condicionada, pierde la apelación y vuelve a apelar.
En programas de televisión, radio y despachos de prensa, el ministro del Interior paquistaní, personalmente, al día siguiente de la detención de Silva, señala que las evidencias contra el chileno son "contundentes", dando cuenta de que ellas implican "un indicio muy poderoso de que estaba participando en la comisión de un delito de terrorismo". Lo anterior es refrendado más tarde por el Fiscal Nacional de Paquistán, quien señala que "creo que (el chileno) ha cometido un delito".
En las primeras informaciones sobre el ciudadano chileno, él dice haber tramitado normalmente su visa en la embajada de Paquistán en Santiago, reconoce haber viajado a ver un familiar chileno en Estados Unidos y dice haber sido citado por la propia embajada de EEUU en Islamabad, para que fuera a ver los detalles de su visa de acceso a ese país. Cuenta que quería estudiar urdú, estuvo trabajando en un restaurant local y que estaba saliendo con una estudiante paquistaní, con quien tenía intenciones de casarse, a pesar de ser de distinta religión. Silva es católico. Todo lo anterior se comprueba.
Los medios de comunicación escritos de Paquistán publican una serie de informaciones, sin revelar las fuentes, que implican al chileno en una serie de hechos: Un diario vespertino publica una foto de Silva disparando un rifle, en lo que se sindica podrían ser prácticas de tiro. Se comprueba que el de la foto no es Silva sino un hermano, en un coto de caza en la VI Región de Chile. Un matutino asocia los supuestos restos de explosivos que se le habrían detectado al chileno en la embajada de EEUU, con otros explosivos que se detectaron en un subversivo local, parte de un juicio por terrorismo muy bullado en Paquistán. Otro matutino, el más influyente en el país, da cuenta de un informe que tiene la Agencia Nacional de Inteligencia de Paquistán (ANI) que vincula a Silva con extremistas católicos en ese país. El mismo diario transmite que el chileno era poseedor de un rifle a postón, que "tiene capacidad de matar". Nunca más se habla de este rifle, ni forma parte de declaraciones de los fiscales que investigan.
El ministro del Interior, personalmente, sigue refiriéndose al caso. Más de un mes después de su detención, la autoridad señala que "hay llamados telefónicos, que según la información que yo tengo, conectan su teléfono con personas que pertenecieron al grupo de insurgentes talibanes de Waziristán del Sur, que también estuvo participando en procesos de bombas". Esto lo señala pocos días después que se ha producido un hecho relevante en la persecución legal del chileno: el Fiscal Nacional, el que dijo que creía que "había delito" antes de formalizar a Silva, cambia al fiscal a cargo de la investigación, radicando la causa en aquél que tiene el caso más publicitado de terrorismo local, que en Islamabad se conoce como "Caso Bombas".
Los padres de Juan Silva, profesionales de clase media acomodada, viajan a Paquistán a ver a su hijo. No entienden por qué está preso, explican que siempre ha tenido actuaciones normales. Que no tiene tema pendiente con la policía chilena, ni ha estado detenido, que jamás se le ha impedido visitar Estados Unidos a ver a su hermano, que no tiene amigos extremistas católicos y que lo echan mucho de menos.
El abogado de Silva revela que mientras el chileno estaba en la embajada de EEUU tramitando su visa, simultáneamente policías allanaban el lugar donde vivía, en momentos que no había detención, ni acusaciones, ni formalización de ningún tipo. Lo que hablaba de una aparente coordinación muy rara entre una misión diplomática y la policía de Paquistán. Si supuestamente todavía no se descubría nada en las ropas y portafolio del chileno, ¿por qué la policía estaba allanando su casa? ¿Cómo supieron que iría con vestimenta que mostraría la posibilidad de un delito?
El nuevo fiscal viaja a Estados Unidos a interrogar al hermano de Silva, quien ratifica la normalidad de Silva, y recibe también informes del FBI descartando lazos subversivos del chileno. Luego de casi siete meses de que arrestaran al ciudadano chileno, el fiscal paquistaní resuelve que no hay ningún indicio de evidencia para poder imputar al chileno delito alguno".
Imaginémonos cómo habría informado la prensa chilena sobre esta majamama de declaraciones oficiales, filtraciones sin sustento, insinuaciones editoriales de columnistas, panelistas de TV y autoridades del gobierno extranjero, bajo el sesgo de que si provenía de Sudamérica, entonces las probabilidades del chileno de ser culpable eran mucho mayores en la percepción de las autoridades locales, los medios y buena parte de los paquistaníes.
Un paquistaní, a quienes conocemos básicamente por la tele y asociamos al "terrorismo islámico", que no habla mucho castellano, "pillado" por la súper tecnología del país más importante para Chile, ¿qué chances tenía de no ser etiquetado de entrada como posible terrorista, encarcelarlo todo lo que se pudiera, revisar con sospecha cada una de sus vinculaciones en Chile, buscarle propósito ilícito a todas sus acciones, incluso las más triviales, y tratarlo mediáticamente -a través de filtraciones policiacas y judiciales, varias falsas- prácticamente como la avanzada exploratoria de Al Qaeda en nuestro país?
El bochorno del caso contra Saif Ur Rehman Khan le causó al joven paquistaní, sin duda, un enorme daño. Pero también hubo daño contra nosotros. Porque se basó en los prejuicios existentes sobre personas de religión musulmana, originarios de determinadas regiones del planeta que están en las noticias todos los días. Fuimos los chilenos la munición disparada contra este muchacho. Fue nuestra incapacidad de vernos en el lugar de él y exigir lo mismo que un inexistente Juan Silva hubiese demandado de la justicia paquistaní, o de cualquier otro país donde fuera detenido.
No sirve anclarse en que el fiscal Alejandro Peña tomó la decisión de liberar a Saif de todos los cargos, para felicitarnos porque las instituciones funcionan y, al final, la justicia operó. El hizo lo correcto y era impostergable. Pero el caso desde el principio fue una vergüenza. Aquí lo que funcionó fue una máquina de etiquetar a priori a una persona bajo uno de esos cargos que cuesta un mundo sacudirse, aunque se demuestre que no había pruebas, y que las que había se habían inventado o interpretado mal. Personas que para los cercanos no trepidan en demandar que se esperen las resoluciones de la justicia, en este caso se adelantaron a especular y asociar de todo, anunciando potentes evidencias que nunca se presentaron o que fueron desechadas por ridículas. Se filtró información errónea a los medios de comunicación, que mantenía la expectación sobre lo aseverado después de la detención del joven paquistaní.
Todo lo anterior se pudo hacer porque existía la base de prejuicio que hacía improbable que un paquistaní, sólo por provenir de ahí, no fuera a los ojos de los chilenos un potencial terrorista, si lo decía la embajada de EEUU, el gobierno y las policías. Eso hace que este caso sea también nuestro propio bochorno. Porque fuimos implícitamente utilizados, a través de nuestro sesgo, para apuntar a Saif Khan con el dedo y espetarle en su cara: "¡terrorista!".
Fue una vergüenza.
Sin la capacidad de representar a nadie más que a mi familia, con la que conversamos anoche de las lecciones de este caso para reconocer nuestras intolerancias y estereotipos, con toda humildad, Saif Ur Rehman Khan, te pedimos perdón.
"Juan Silva fue detenido en la embajada de Estados Unidos en Paquistán, por encontrársele trazas de explosivos entre sus ropas y portafolio. Se le entrega de inmediato a la policía de ese país. Un fiscal invoca la Ley Antiterrorista para poder mantener retenido más tiempo que el plazo legal al chileno. Cuatro días después, sin que aún se sepa cómo es y la versión de Silva, el ministerio del Interior de Paquistán presenta una querella por asociación ilícita contra el chileno, quien está en una cárcel de máxima seguridad del país oriental. Seis días después de la detención es formalizado, queda en libertad con prohibición de salir del país y debe acudir a firmar al tribunal todos los días. El ministerio del Interior de Paquistán apela a esta libertad condicionada, pierde la apelación y vuelve a apelar.
En programas de televisión, radio y despachos de prensa, el ministro del Interior paquistaní, personalmente, al día siguiente de la detención de Silva, señala que las evidencias contra el chileno son "contundentes", dando cuenta de que ellas implican "un indicio muy poderoso de que estaba participando en la comisión de un delito de terrorismo". Lo anterior es refrendado más tarde por el Fiscal Nacional de Paquistán, quien señala que "creo que (el chileno) ha cometido un delito".
En las primeras informaciones sobre el ciudadano chileno, él dice haber tramitado normalmente su visa en la embajada de Paquistán en Santiago, reconoce haber viajado a ver un familiar chileno en Estados Unidos y dice haber sido citado por la propia embajada de EEUU en Islamabad, para que fuera a ver los detalles de su visa de acceso a ese país. Cuenta que quería estudiar urdú, estuvo trabajando en un restaurant local y que estaba saliendo con una estudiante paquistaní, con quien tenía intenciones de casarse, a pesar de ser de distinta religión. Silva es católico. Todo lo anterior se comprueba.
Los medios de comunicación escritos de Paquistán publican una serie de informaciones, sin revelar las fuentes, que implican al chileno en una serie de hechos: Un diario vespertino publica una foto de Silva disparando un rifle, en lo que se sindica podrían ser prácticas de tiro. Se comprueba que el de la foto no es Silva sino un hermano, en un coto de caza en la VI Región de Chile. Un matutino asocia los supuestos restos de explosivos que se le habrían detectado al chileno en la embajada de EEUU, con otros explosivos que se detectaron en un subversivo local, parte de un juicio por terrorismo muy bullado en Paquistán. Otro matutino, el más influyente en el país, da cuenta de un informe que tiene la Agencia Nacional de Inteligencia de Paquistán (ANI) que vincula a Silva con extremistas católicos en ese país. El mismo diario transmite que el chileno era poseedor de un rifle a postón, que "tiene capacidad de matar". Nunca más se habla de este rifle, ni forma parte de declaraciones de los fiscales que investigan.
El ministro del Interior, personalmente, sigue refiriéndose al caso. Más de un mes después de su detención, la autoridad señala que "hay llamados telefónicos, que según la información que yo tengo, conectan su teléfono con personas que pertenecieron al grupo de insurgentes talibanes de Waziristán del Sur, que también estuvo participando en procesos de bombas". Esto lo señala pocos días después que se ha producido un hecho relevante en la persecución legal del chileno: el Fiscal Nacional, el que dijo que creía que "había delito" antes de formalizar a Silva, cambia al fiscal a cargo de la investigación, radicando la causa en aquél que tiene el caso más publicitado de terrorismo local, que en Islamabad se conoce como "Caso Bombas".
Los padres de Juan Silva, profesionales de clase media acomodada, viajan a Paquistán a ver a su hijo. No entienden por qué está preso, explican que siempre ha tenido actuaciones normales. Que no tiene tema pendiente con la policía chilena, ni ha estado detenido, que jamás se le ha impedido visitar Estados Unidos a ver a su hermano, que no tiene amigos extremistas católicos y que lo echan mucho de menos.
El abogado de Silva revela que mientras el chileno estaba en la embajada de EEUU tramitando su visa, simultáneamente policías allanaban el lugar donde vivía, en momentos que no había detención, ni acusaciones, ni formalización de ningún tipo. Lo que hablaba de una aparente coordinación muy rara entre una misión diplomática y la policía de Paquistán. Si supuestamente todavía no se descubría nada en las ropas y portafolio del chileno, ¿por qué la policía estaba allanando su casa? ¿Cómo supieron que iría con vestimenta que mostraría la posibilidad de un delito?
El nuevo fiscal viaja a Estados Unidos a interrogar al hermano de Silva, quien ratifica la normalidad de Silva, y recibe también informes del FBI descartando lazos subversivos del chileno. Luego de casi siete meses de que arrestaran al ciudadano chileno, el fiscal paquistaní resuelve que no hay ningún indicio de evidencia para poder imputar al chileno delito alguno".
Imaginémonos cómo habría informado la prensa chilena sobre esta majamama de declaraciones oficiales, filtraciones sin sustento, insinuaciones editoriales de columnistas, panelistas de TV y autoridades del gobierno extranjero, bajo el sesgo de que si provenía de Sudamérica, entonces las probabilidades del chileno de ser culpable eran mucho mayores en la percepción de las autoridades locales, los medios y buena parte de los paquistaníes.
Un paquistaní, a quienes conocemos básicamente por la tele y asociamos al "terrorismo islámico", que no habla mucho castellano, "pillado" por la súper tecnología del país más importante para Chile, ¿qué chances tenía de no ser etiquetado de entrada como posible terrorista, encarcelarlo todo lo que se pudiera, revisar con sospecha cada una de sus vinculaciones en Chile, buscarle propósito ilícito a todas sus acciones, incluso las más triviales, y tratarlo mediáticamente -a través de filtraciones policiacas y judiciales, varias falsas- prácticamente como la avanzada exploratoria de Al Qaeda en nuestro país?
El bochorno del caso contra Saif Ur Rehman Khan le causó al joven paquistaní, sin duda, un enorme daño. Pero también hubo daño contra nosotros. Porque se basó en los prejuicios existentes sobre personas de religión musulmana, originarios de determinadas regiones del planeta que están en las noticias todos los días. Fuimos los chilenos la munición disparada contra este muchacho. Fue nuestra incapacidad de vernos en el lugar de él y exigir lo mismo que un inexistente Juan Silva hubiese demandado de la justicia paquistaní, o de cualquier otro país donde fuera detenido.
No sirve anclarse en que el fiscal Alejandro Peña tomó la decisión de liberar a Saif de todos los cargos, para felicitarnos porque las instituciones funcionan y, al final, la justicia operó. El hizo lo correcto y era impostergable. Pero el caso desde el principio fue una vergüenza. Aquí lo que funcionó fue una máquina de etiquetar a priori a una persona bajo uno de esos cargos que cuesta un mundo sacudirse, aunque se demuestre que no había pruebas, y que las que había se habían inventado o interpretado mal. Personas que para los cercanos no trepidan en demandar que se esperen las resoluciones de la justicia, en este caso se adelantaron a especular y asociar de todo, anunciando potentes evidencias que nunca se presentaron o que fueron desechadas por ridículas. Se filtró información errónea a los medios de comunicación, que mantenía la expectación sobre lo aseverado después de la detención del joven paquistaní.
Todo lo anterior se pudo hacer porque existía la base de prejuicio que hacía improbable que un paquistaní, sólo por provenir de ahí, no fuera a los ojos de los chilenos un potencial terrorista, si lo decía la embajada de EEUU, el gobierno y las policías. Eso hace que este caso sea también nuestro propio bochorno. Porque fuimos implícitamente utilizados, a través de nuestro sesgo, para apuntar a Saif Khan con el dedo y espetarle en su cara: "¡terrorista!".
Fue una vergüenza.
Sin la capacidad de representar a nadie más que a mi familia, con la que conversamos anoche de las lecciones de este caso para reconocer nuestras intolerancias y estereotipos, con toda humildad, Saif Ur Rehman Khan, te pedimos perdón.
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