
El autor del la novela "El túnel" murió esta madrugada a los 99 años aquejado de una bronquitis. Es recordado como una de las mejores plumas de la literatura latinoamericana y como un gran defensor de los derechos humanos en Argentina
A los 99 años y aquejado de una seria bronquitis murió el escritor argentino autor de la novela “El Túnel”, Ernesto Sábato.
Sábato venía arrastrando una serie de complicaciones en su salud y se encontraba ciego hace algunos años, lo que le impidió continuar dedicándose a la lectura y escritura. Sin embargo, nunca dejó de lado las artes y estaba sumido en la pintura y en otras actividades.
Su obra “Sobre héroes y tumbas” lo catapultó como uno de los máximos exponentes de la literatura argentina en 1961, al completar la trilogía iniciada por su novela “El Túnel” (1948) y finalizada con “Abaddón, el exterminador”.
Ernesto Sábato recibió el Premio Cervantes en 1984, Gabriela Mistral en 1983 y Menéndez Pelayo en 1997. En 2007 también fue propuesto como candidato al Nobel de Literatura. Sin embargo, su aporte a la sociedad argentina no terminó allí. Fue un reconocido defensor de los derechos humanos y en 1984 presidió la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), que desarrolló el informe “Nunca Más” donde se describen los crímenes del gobierno militar (1976 – 1983).
Su última obra fue “España en los diarios de mi vejez” publicada en 2002.
Tanto autoridades políticas como personalidades ligadas al mundo del arte trasandino han manifestado su consternación por el fallecimiento del escritor.
La escritura: Una forma de vida
Hace tiempo que Ernesto Sábato había dejado de leer y de escribir. Su ceguera le obligó a ello. Fue su segunda renuncia. La primera había sido por convicción y no por salud. Doctor en Física, trabajó en París, en el Laboratorio Curie, pero en 1945 dejó las ciencias para dedicarse plenamente a la literatura.
“Las modas son legítimas en las cosas menores, como el vestido. En el pensamiento y en el arte son abominables”. La frase de Sábato suena casi como consigna de exigencia, de rigor. La misma que quiso aplicar a la búsqueda de la verdad. “Sucede que, ante determinados acontecimientos, todo intelectual auténtico debe postergar su obra personal en favor de la obra común, poniendo su voz al servicio de los hombres, para ayudarlos a construir una nueva fe, una débil pero genuina esperanza. Entonces, en el vertiginoso suceder de los acontecimientos, la palabra que surge en respuesta logra evadir su destino fugaz y perecedero”, defendió Sábato en un discurso pronunciado en Madrid en la entrega de los Premios Ortega y Gasset de Periodismo.
Ernesto Sábato dijo a menudo que él no se consideraba un escritor profesional. Sus últimos años le llevaron a la pintura y llegó a exponer en el Centro Pompidou de París en 1989.
En su libro de memorias “Antes del fin” (1999) Sábato se describe como “un niño solo y asustado”, que “desde la ventana contemplaba el mundo de trompos y escondidas que me había sido vedado”. Ahora nos va a faltar su melancolía y su lucidez.
radio.uchile.cl con información RFI
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