Por Felipe Bianchi

Me imagino que usted, tanto como yo y el resto de los habitantes de la comarca, ya está lateado. Quizás enervado. Y algo entregado, también.
Cada vez que pasa algo como lo que sucedió el domingo en Rancagua con la barra de Colo Colo empieza el desfile -hasta aquí absolutamente inútil- de gente que una y otra vez dice lo mismo: que "esto es el colmo", que "hasta cuándo", que "ya es hora de terminar con los delincuentes que se disfrazan de hinchas", que "hay que aplicar la ley". Qué se yo. Palabras al viento. Las mismas que venimos escuchando por décadas sin que los que realmente pueden, y deben, se decidan a terminar con la tontera.
El problema, me parece, es que el foco de la responsabilidad siempre ha estado mal puesto, apuntando únicamente a los protagonistas de los desmanes. Al lumpen. A esos canallas que pegan, roban, lanzan tablones y agreden haciendo que, finalmente, se suspendan los partidos (ya van dos en menos de un mes).
Y la verdad es que ellos no son los únicos responsables. Son el final de la historia nada más. Ya es hora de que se ponga el foco en el comienzo: en los clubes. En el lugar físico, mental y moral donde reciben cobijo. Las barras son apéndices de los clubes. Parte integrante y medular de ellos. Aunque lo hayan negado por décadas, la mayoría presta sus dependencias para que se reúnan, les dan dinero para movilizarse, les pagan sueldos mensuales a sus líderes y les regalan entradas cada semana. Entradas que terminan definiendo el poder al interior de la organización. Así ha sido siempre. Hace muchos, muchos años.
Por ende, cuando "los cabros se portan mal" es a las autoridades de los clubes a quienes la sociedad tiene que pedirles explicaciones. Esto es como en el colegio: cuando hay un hijo problema se cita a los apoderados, a los que pagan, a los que crían, a los que mantienen. No al niñito que le pegó al profesor o le quemó la cola al gato.
Si hay un grupo de personas que se ha organizado para delinquir (como parece ser), lo primero, siempre, es investigar dónde se juntan, con quién se juntan y quién los sostiene económicamente. Si un pastel sabe mal, es importante saber quién está a cargo de la pastelería.
Terminando con las metáforas: los directores de Blanco y Negro, como sostenedores de la agrupación, son directos responsables de todo lo bueno y lo malo que haga o deje de hacer la Garra Blanca. Al menos moralmente.
El problema es que cada vez que se quiere investigar aparece la trenza de intereses que hay en este caso. Diputados y senadores que contratan a los hinchas como muralistas. Gobiernos que por décadas no quieren ser impopulares (ni con la gente ni con los clubes). Organizaciones que supuestamente están a cargo, pero que hacen la vista gorda (ANFP).
Policías que usan como "sapos" a algunos barristas en las poblaciones a cambio de mirar para el lado.
La primera misión, entonces, es soltar un poquito la trenza maldita. Y el único que por medios y poder puede hacerlo, el único que puede atreverse a hacerlo, es el Gobierno. Es más: tiene la obligación... aunque otra vez existan conflictos de intereses. Es el concepto de fondo de estos años (la seguridad ciudadana) lo que está en juego. Los de la Concertación no quisieron ni pudieron. ¿Qué harán ellos? ¿Llevarán finalmente a Colo Colo a la pizarra? ¿Serán los primeros en citar al apoderado?
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